La Diputación de Cádiz, que
preside Irene García, en su día alcaldesa de Sanlúcar de Barrameda, tuvo la
idea de promocionar su provincia mediante una campaña publicitaria
protagonizada por gaditanos ilustres y populares que reivindicaran su condición
de tales. La provincia de Cádiz, todo hay que decirlo, tiene muy buenos
elementos tanto humanos como culturales y geográficos de los que sentirse
orgulloso, paisajes insuperables, ciudades memorables y costumbres felices.
Parece razonable que ello se exponga a los ojos de los demás mediante una
campaña bien diseñada, como es la que nos ocupa.
Cádiz en su conjunto como
provincia y la capital en concreto transitan por un largo paseo lleno de
problemas, pero ello no debe hacernos olvidar sus virtudes y beldades, que
también existen. Se convocó a ciudadanos ilustres de la provincia, se los
fotografió y se les adjudicó una frase reivindicativa y expositiva a cada uno.
Hasta ahí normal. Pero la inclusión en ese listado del torero Juan José
Padilla, jerezano de filiación sanluqueña, desató las iras de los intolerables
histéricos de siempre, empecinados en rabietas y lamentos de neuróticos. La
condición de torero de Padila ha hecho que grupos políticos dedicados a
decirnos a los demás cómo tenemos que ser y cómo tenemos que comportarnos
denostaran la campaña y afirmaran sentirse avergonzados por la presencia de un “asesino”
de animales, en consonancia con la pobre argumentación que exhiben a diario los
muy violentos e insultantes movimientos “animalistas”, o por tal tenidos.
Conviene recordar algunas cosas.
Ya quisiera cualquiera de esos
vociferantes sandios tener un ápice de la grandeza que muestra a diario Juan
José Padilla. Padilla, un hombre sencillo, trabajador, respetuoso, prudente y
muchas cosas más, atesora un valor y una nobleza que jamás en la vida ha
conocido ningún sujeto miembro del grupo político que le ha señalado con los
ojos inyectados en sangre. Podemos y alguno más ha iniciado el griterío
habitual, lamentando que un torero pueda sentirse orgulloso de decir “soy Cádiz”.
Ha exigido, como suele ser habitual, la retirada de la campaña en la que han
participado Sara Baras, Anne Hidalgo, Alejandro Sanz y otro más, y ha escupido
las habituales idioteces que se dicen cuando uno se transforma en un
intolerante Torquemada dedicado a prohibir una tradición cultural y social de
amplio arraigo como es la tauromaquia. Esos chavales de Podemos son los mismos
que han estado defendiendo hasta el último aliento a un mamarracho con boina de
tonto de pueblo condenado a prisión por patear policías, destrozar negocios no
partidarios de seguir una huelga y agredir gravemente a un concejal del PSOE.
El tal Bódalo, mala versión de un matón campuzo, muy valiente cuando agredía a
los demás siempre muy acompañado, acabó lloriqueando cuando la Policía lo
prendió y lo llevó a la cárcel, donde deberá permanecer por un tiempo. Los
argumentos de los mismos tipos que insultan a Padilla son que Bódalo es un
héroe de la libertad, cuando este segundo no ha hecho nada provechoso para los
demás en su existencia mientras que el primero ha dado trabajo a muchas
personas de su alrededor y ha trasladado un mensaje de coraje y superación
extraordinario para todo aquel que tenga ojos y oídos. Uno no ha dado un palo
al agua en su vida –es del Sindicato Andaluz de Trabajadores, con lo que ya
queda todo dicho- y el otro lleva jugándose la vida y trabajando desde chaval.
Otra gaditana, la líder de
Podemos en la región, llegó a comparar –en un ejercicio de burricie
insuperable- al tal Bódalo con el poeta Miguel Hernández, lo cual no requiere
de comentario alguno, ya que se comenta por sí solo. Cabe añadir que semejante
simple ha sido profesora de Lengua y Literatura, lo cual explica por sí solo el
fenómeno de fracaso escolar y bajo nivel de educación en España sin necesidad
de muchas más elucubraciones.
En pocas palabras, puede sentirse
orgulloso Padilla de ser gaditano y puede sentirse Cádiz orgulloso de que ese
ejemplo de tantas cosas sea hijo de su tierra. Y los intolerantes gritones, las
profesoras ignorantes y los “animalistas” que quieren acabar con el toro bravo
que se vayan tranquilizando.